La muerte es algo que les llega a los demás.
Yo soy la que la veo pasar,
la que les llora
y la que les extrañará.
No sé cómo he alcanzado tanto grado de inmortalidad,
no sé ni cómo me he creído que eso sea verdad.
Unos que se mueren de viejos;
otros que abandonan la vida,
hartos de tanto sufrimiento.
También hay a quienes les roza la muerte
y les da una segunda oportunidad
y los que le ven las orejas
y deciden cambiar.
Pero algunos ni cambiando la pueden evitar.
La muerte a todos nos ha de llevar.
Me gusta hablar de la muerte como si fuera algo normal.
De hecho, algún día también a mí me llegará.
Cuando me dicen lo que te queda,
cuando me cuentan de tu enfermedad,
quiero llorar como una loca
y echar el tiempo atrás.
Tú estabas conmigo hace tantos años ya,
que no me puedo imaginar cómo será la vida
a partir de que te vayas al más allá.
Esto es una mierda,
qué te voy a contar.
No sé si quieres hablar
ni tampoco qué me dirás.
Hoy quiero recuperar todo el tiempo que dejamos atrás,
no sé si es porque te mueres
o por mi sentido de culpabilidad.
Cuando yo me muera también habrá alguien
que quiera de vuelta esas horas perdidas
que no supimos aprovechar.
Que digo yo que a qué esperamos
si lo tenemos todo al lado,
que no haría falta tu toque de queda o el mío
para juntarnos más de lo debido.
Que ojalá que cuando mueras
me mandes señales de vez en cuando.
No te olvides, que yo no te olvido.